martes, 30 de septiembre de 2008

de los tanques a los carros tanques

No deja de ser una fragilidad inmensa para Colombia depender para el suministro de gasolina a lo largo de una frontera extensa y viviente de que el mercurial gobernante venezolano esté de buen o mal genio con nosotros.
Somos definitivamente países de bandazos. Hace pocos meses el presidente Uribe anunciaba que se disponía a acusar ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya a Hugo Chávez. Éste, a su turno, movilizaba amenazantes divisiones de tanques venezolanos hacia la frontera colombiana. Alcanzaron a escucharse tambores de guerra entre los dos países. Ahora las cosas han cambiado. La escalada verbal ha cedido frente al pragmatismo. Los presidentes se han reencontrado. Las sonrisas y los comunicados amables han reaparecido. Las relaciones se han distensionado. Cosa que está muy bien. Como una consecuencia de esta normalización la semana pasada PDVSA anunció que comenzaría a vender directamente a Ecopetrol cantidades considerables de gasolina para que ésta la distribuyera directamente en la frontera a través de las estaciones de servicio debidamente autorizadas. Y así ha sucedido. Ya comenzaron a llegar a la capital nortesantandereana los flamantes carrotanques de PDVSA. La gasolina subsidiada de origen venezolana está hoy, pues, distribuyéndose por los surtidores oficiales en vez de los conductos irregulares de los pimpineros y demás intermediarios informales. La fórmula parece buena. Formaliza el negocio de la distribución de gasolina a lo largo de la frontera. Alivia los fiscos de Norte de Santander y de Cúcuta que pueden volver a cobrar sus impuestos sobre los expendios de combustibles. Y permite de todas maneras que el galón de gasolina se venda oficialmente allí, más o menos, al 50% del precio que ese mismo galón tiene en el interior del país. O sea, los consumidores colombianos de la frontera continúan beneficiándose de un precio sensiblemente menos que el que rige en el interior. Todos salen beneficiados con la fórmula. Pero no debemos olvidar que desde el punto de vista geopolítico no deja de ser frágil -y en el fondo muy peligroso- que Colombia dependa en tan alta medida de los suministros de gasolinas subsidiadas venezolanas. Ya nos han cerrado el grifo en dos ocasiones durante los últimos años. La primera fue durante el incidente de Granda. La segunda con motivo de los desencuentros verbales Chávez-Uribe. O sea: no deja de ser una fragilidad inmensa para Colombia depender para el suministro de gasolina a lo largo de una frontera extensa y viviente (de cerca de 2.000 kilómetros) de que el mercurial gobernante venezolano esté de buen o mal genio con nosotros. De que sus momentáneos caprichos lo lleven a abrirnos o a cerrarnos intempestivamente los grifos de la gasolina. En el mundo moderno una de las seguridades que debe controlar todo gobierno -lo mismo que la de alimentos- es la energética. Está bien que con este acuerdo entre PDVSA y Ecopetrol se estén dando pasos firmes para formalizar la distribución de combustibles en la frontera. Pero Ecopetrol tiene que estar preparado logísticamente para atender eficientemente con gasolina colombiana, en cualquier momento que sea necesario, los consumos de toda nuestra frontera. De lo contrario nos dejaríamos poner en la nuca un amenazante fusil de dependencia energética y diplomática. Acaso tan inquietante como los tanques que alcanzaron a desplegarse a lo largo de nuestra frontera no hace muchos días.

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